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La misma ciudad que en ocasiones me ha hecho sentir increíblemente sola rodeada de multitudes, me hizo sentir curiosamente acompañada de una energía mental admirable, por medio de personas con todo tipo de historias reflejadas en sus rostros, éstos semblantes con una fortaleza y grandeza que solo alguien con necesidades y obligación o ganas de suplir puede generar.   Encontrar en esta calle los mismos bailarines que varias noches atrás y por un par de ocasiones alegraron mi camino de casi media noche del estudio a casa, un Pikachu gigante y una linda venezolana tocando el chelo, todos estos personajes siendo uno con la esencia de esta vida. “ La energía de la mente es la esencia de la vida” Aristóteles
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Helado de paila, un delicia para los visitantes de la ciclovía de domingos y festivos, traído desde las tradiciones del Nariño (al sur del país). Ese antojito fit para los berracos que salen de sus cobijas en un feriado 
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Días atrás conversaba con alguien que conocí recientemente, en medio de aquel intercambio de ideas salió el tema de los viajes y él me expuso su posición frente a ellos. Me afirmaba lo ridículo que suena para él que por estar en un periodo corto de tiempo en un lugar a calidad de turista se diga que se ha conocido, si nosotros al haber nacido en Bogotá aún no la conocemos a cabalidad. Allí empecé a recordar aquel viaje que hasta este momento ha sido mi favorito, marcó algo en mi.  Hora y media de vuelo, una de las ciudades más pobladas de toda la región de la selva amazónica, la selva más grande en TODO el planeta, la cual abarca territorios de NUEVE PAÍSES y es llamada "los pulmones de la tierra", simplemente un lugar absurdamente importante para el ambiente y la cultura. La afirmación de mi amigo es cierta, en cinco días solo alcancé a conocer los chismesitos por encima, el Río Amazonas solo unos kilómetros y parte de la selva peruana por unas horas. Vi como los luga